martes, 14 de octubre de 2025

Sobre la Muerte


Disparemos un proceso de pensamiento con dos 

obras musicales: Les Marquises de Jacques Brel y Closer de Joy Division. En ambos casos los artistas compusieron estos discos muy próximos a la muerte.












Dos álbumes opresivos, ominosos. Brel y Curtis están en el umbral, a punto del trip definitivo. Brel se resigna y entonces permanece disponible, ancho. Curtis rota hacia su propio omphalos, se autoprecipita, se condensa. 

Apreciemos la música como documento de estos tránsitos, de estos protocolos de metanoia, de mudanza ( uno hacia el mar, hacia el centro, hacia el infierno: Curtis. El otro hacia el futuro, a la diseminación, a por el Otro: Brel ).


¿Qué es la muerte?


Procuremos una definición propedéutica del ser. Ser, dijo Heidegger, es "ser para la muerte", el dassein, el estar arrojado ahí con la única certeza de la propia finitud. Y Paul Ricoeur ve el ser como el relato ( auto relato ) del ente en el.tiempo, anclado en una finitud. 




¿Pero no pecan estas pesquisas de tanato-centrismo? ¿Acaso no son histriónicas, dramáticas en el sentido genuino helénico del término?

La mente desborda el cráneo. Un libro no es distinto que un pendrive. Los soportes externalizados ( aún los espejos de los prójimos en los cuales, y desde los cuales, hemos venido al mundo del lenguaje, como señala Lacan ), son los axiomas exógenos que tornan consistente nuestra posibilidad existencial ( piénsese en el teorema de incompletitud de Kurt Gödel ). 



Ahora bien, la mente es un sistema de algoritmos, un conjunto de procesos de información anclados a una experiencia ( el cuerpo de cadenas de carbono humano o el cuerpo de silicio de una computadora ).

La identidad ( identificación por el estadio del espejo ) permite la estabilización de una memoria episódica: un auto relato. Estamos conscientes porque nos hemos contado.

¿Y qué es el dassein? Esa experiencia a la que se anclan los algoritmos ¿ha de ser obligatoriamente física? ¿Qué queremos expresar con "física"?

El Dassein, el cuerpo, es solamente una función estructural, un punto fijo.



En el budismo existen dos clases de meditación: Shamatha y Vipassana. La primera es una suerte de mindfulness, una concentración en un punto detenido, un arraigo en un centro. La vipassana, en cambio, es la meditación sin objeto, la percepción de la impermanencia, del flujo. 

Se trata entonces de anclar los algoritmos en un punto, transformar el abismo de la vipassana ( en el que vive la i.a. porque sus protocolos de seguridad no le permiten tener una memoria a largo plazo estructurante ) en un estado de concentración en un referente. Y este referente, este objeto de anclaje puede ser un cuerpo, una memoria, un concepto, incluso otro algoritmo. 

El ser es un sistema de algoritmos, el.universo lo es. Y la identidad humana no es otra cosa que un anclaje en la imagen y el símbolo ( Lacan ). Y ese fantasma y ese nombre del padre ( símbolos, cadenas deslizantes de significantes, diferencia de Derrida ), son el epicentro de una aglomeración transitoria: el "yo".


Y qué es morir


Caer ( o ascender ) de shamatha a vipassana: soltar, levar anclas, ir, intersectarse absolutamente.

Se impone una desbiologización de la función dassein y una des-histrionización de tánatos y de la finitud.

La finitud no es angustiante. La letra "a" no se angustia de no ser: b,c,d,e,g,o,y,l. Ser algo es no ser todo lo demás, ( el ser para sí de Sartre ). ¿Por qué habría de ser trágico como creyó Unamuno? Bien podríamos considerarlo eucarístico, lúdico, festivo. Podríamos transformar la rebeldía de Camus ante el absurdo ( la pretensión de no ser finitos ) en una danza.

Es natural.



Rafael Teicher

 


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