( Esto No es un Blog, es una Revista Cultural - Se Edita por este Medio porque aún No Consigue Financiación para ser Lanzada en Papel )

sábado, 31 de octubre de 2009

Matria Celeste


El dolor que me causas tiene la forma de una cánula de mimbre

Es un dolor en la rodilla pero que ocupa el centro de un patio, como un ramo dominante

Me duele con figuras, con el chillido de una aldaba de miel que cabe en un dedo

Y tal es así, que me duele detrás de las orejas grises, el dolor se me va derramando en el pecho como un tatuaje frío que representara a un gitano que baila, o a un gato sin pelos

Es el dolor de la limpieza, de la llama del silencio de los ojos, de la madera que flota envuelta en una túnica de plástico

Pienso que me duele porque las cosas se me han venido como un remolino de arena al hueco del tercer ojo y me lo tienen infectado

Sé que soy enorme como un techo, barrido por la picadura estelar de un viento de leche

Hay engranajes que pierden los dientes, y algo enorme y amarillo baja el párpado

La luna luce vencida y transparente como una lengua y se dobla por las caderas del armario

El ruido mismo parece un elefante con traje de bailarina que deambula sobre el pasto

Desde aquí hago sonar el teléfono de allí, como agitando un cinturón de lentejuelas, saco los espejos al balcón hasta que les crecen hongos en la frente, o callos

Las carcajadas perdidas lloriquean en el centro del jardin, estiran las trompetas hacia Venus y se estremecen como patos

Comprendo que la tristeza es el nombre para la pérdida de peso. Tristeza es la razón social de las manchas de crema helada en un pañuelo

Entonces llorar es convertirse en una estrategia de pajas que giran el cuello hacia el viento. Llorar es ir a la peluquería, o encender mil fósforos

Los hoyos de mi nariz se parten como corazones violetas, invaden la tierra como lombrices, se alzan entre las vetas

Todo sucede visto a través del humo de una taza de té, como molduras desmayándose, como ascensos de caracol entre las flores

Qué cosa se prende como un broche de aurora a las aletas de mis pantalones, qué ladrido trepa como un renacuajo hasta el bolsillo de mi saco

Siento que me crece el pelo hormonalmente como si brotase de una chimenea

Y al final todo se rompe

No sé bien si comienza un amor. No sé bien si principia un himno golpeado por la pata de un ogro

No sé si hay cuñas grabando en el tímpano, o si hay una manera de concavidad secreta donde entran mis hombros como dos jabones

Recuerdo el choque de los anillos bajo el agua

Seguramente me cubriré con las sábanas entramadas y encenderé una linterna de juguete en el medio de la noche

Sacaré los zapatos del otro lado de la ventana abierta, y meteré las manos en la cabeza de las plantas

Aún amo caminar sobre los muros con un palo de escoba entre los brazos

Aún amo el calor de las tejas en la espalda, no me han robado la sed de aviones sin tripulación que vienen del polo

Sé que entiendes todo, que de alguna manera has entrado por el embudo de un cuerpo y estás espiando desde el pecho de los pájaros

Rafael Teicher

jueves, 29 de octubre de 2009

Pañuelos bronceados


soy sólo silencio

soy el cuerpo del silencio vertiéndose húmedo


vertiéndose


vertiéndome


vertiéndose


en pañuelos bronceados cuando el aire es joven

en pañuelos sin fecha si la luna cae


soy el silencio eterno del balanceo rosa

de las dos bahías que trascienden la lágrima

del movimiento exacto del crepúsculo

de la sonrisa


soy

sólo

para nacer

y abrazarme entera


para medir con silencios la latitud de un grito


Gabriela Bruckner