Siempre mi amor:
Me duelen las ropas que mueve el viento, me duelen las cajas podridas, los zapallos estúpidamente solos, trancados con cuatro ganzúas en las verdulerías como si fuesen gemas o picos de estrella
Me duelen las paredes y los pájaros que cantan sin reconocimiento, me duele la caligrafía postrera, me duele el agua
Tanto que me vuelvo de hueso o de picadura de luna, escalofriantemente abandonado
La vida se me va del alma como el semen, se me escapa de las manos como un anillo vencido, se me marcha
Miro los balcones angostos levantados sobre la lluvia como sombreros, y lloro
Los bares lucen con las sillas invertidas y parecen depósitos de alambres extraterrestres o de asteroides cortados en juliana
Voy caminando sobre los átomos pisados por la sandalia del príncipe, voy hacia el límite oscuro de alguna casa
Solo, atento, amante, lleno de nubes, oliendo, voy hasta esa mujer que llama
Quiero caer y lastimarme la rodilla, quiero que tiemblen los toldos o que los mástiles se toquen, quiero que llueva color aceituna, que nieve por dentro de los árboles
Nada retorna del resbalón en el espejo, todo es inane, naciendo por la oreja que sangra
Palpitante
Difusamente me abrazo en una esquina y me entrego al viento, que haga su labor, que me maquille con esponjas
Ya no sé que sigue, es como irse en camión hacia el sur mirando las estrellas que revientan en grano
Y quizás todavía haga dos o tres cosas absurdas antes de bañarme en barro negro
Quizás compre zapallos chinos —otra vez— y los haga al horno para servirlos a nadie
O tal vez desarrolle un icosaedro sobre cartulina y lo recorte
Seguramente mezcle tallos tocados por ella con dijes de otro sueño, y esa sea mi insignificante rebeldía, mi vuelo en el aire
Rafael Teicher
( Esto No es un Blog, es una Revista Cultural - Se Edita por este Medio porque aún No Consigue Financiación para ser Lanzada en Papel )
martes, 3 de agosto de 2010
A la Dama de las Botas Chinas
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