( Esto No es un Blog, es una Revista Cultural - Se Edita por este Medio porque aún No Consigue Financiación para ser Lanzada en Papel )

sábado, 19 de mayo de 2012

Artistas Recomendados por Rafael Teicher

Roberto Pintos
Músico - Compositor
Rodolfo Bianglino
Pintor - Escultor

Lucas Debevec
Cantante Lírico
Gabriela Bruckner
Poeta - Fotógrafa

martes, 15 de mayo de 2012

Todo es Inútil


A Madeira lo fulminó un rayo. Fue un día de sol. Dicen que las piletas de la zona resplandecían, y que el relámpago no pudo resistirse a una de ellas, la más ovoide y nutrida, y que se le vino sobre la cresta al pobre hombre. Él había salido a buscar una garrafa con su carrito, y a mitad de la calle, junto a un magnolio, cayó como un buey, lleno de espuma y de chispas. En la morgue lo abrieron al medio. Dicen que las vísceras estaban secas, enmadejadas, y que olían a queso.
Madeira gustaba de esos momentos concéntricos, así les decía, donde el mundo parece agolparse sobre los párpados, o bajo los párpados, y todo se derrama hacia el entrecejo, y aturde, o agiganta. Solía pechar a la lluvia a la manera de un bisonte. También soñaba con una motocicleta negra. Era hostil, potente, algo engreído, y tímido. Pasaba las noches en el galpón de Don Eusebio, o en el depósito de ruedas del hijo de Don Eusebio. Una mañana lo hallaron desmayado sobre unas llantas con un frasco de alcohol bajo la axila. Lo bebí porque hacía frío, dijo.
Se le conocía por su habilidad para criar lagartijas en una pecera. Al fin, Laura, su novia, harta de estas pasiones abyectas, lo abandonó. Entonces Madeira se pasó tres meses triste, encerrado en el bar. Pedía un café tras otro y echaba volutas por la nariz como un cetáceo. Una tarde, se levantó de la silla, arrojó una colilla contra el suelo, la pisó, y dio un grito asombroso que partió todas las copas.
El día fatídico, Madeira bebió una cerveza, le escribió una carta a su padre, y luego, empujando un carro vertical de dos gomas, salió a campo traviesa en pos de una garrafa. El rayo lo estaba esperando al pie del magnolio.

Rafael Teicher

lunes, 7 de mayo de 2012

Cautivas




Gabriela Bruckner

Letras Caídas


¿Por qué los artistas no dibujan aviones?

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El tambor es floral, previsto, consecuente. En cambio, el "Quijote" es un extrañamiento, un derroche; es inmoral. El tambor desteje y el "Quijote" enturbia, pienso.

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El guardapolvo blanco pone en evidencia el adhesivo inmundo que cohesiona las vértebras de la civilidad burguesa. Representa la igualdad cultural, la asepsia, la docilidad. En lugar de higienes, imagino máculas, gargajos luminosos. Promuevo el pecado de los amarillos, la rabia de las curvas, la insolencia inconstante de la asimetría. Quisiera una escuela articulada por la disonancia.

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Llegará el día en que las canciones centradas en nombres de varón sustituyan a las que orbitan entorno a los nombres de las hembras. Hembra y nombre son una sola sustancia sin hendidura, vuelta del lado del brillo. Pero las rúbricas del macho son cavernosas, caen hacia sí como pedradas, buscan.

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La literatura argentina hodierna es repulsiva, astringente, pretendiente. Es un repulgue o una concavidad reproductora fruncida, timorata. Las novelas transcurren en palacios consonantes, nunca en supermercados. Las mujeres se complican con los hombres en senderos de lilas, jamás en patios de cumbia, ni al borde de las autopistas. Apenas asoman las costillas de gravitatorios teléfonos negros, pero los celulares explosivos y azules como gemas, vibrando colmados, ebrios de texto, no irrumpen, se les distancia, se les teme como a los cráneos.
En la prosa actual los colectivos lucen como berlinas y los vestidos ondean en una eterna y artificiosa primavera. A veces, llueve mansamente, sin conmociones. Los techos de yeso permanecen en su sitio, no hay despliegue. Los tejados relucen y los gatos los adornan sin rodar ni lanzar el conjuro de los gritos. Casi todas las páginas primeras amenazan con historias antiguas, se re-montan, dan cuentas del motivo que está adherido como una garrapata a sus espaldas. Yo diría que las novelas del momento llevan grandes talegos en sus hombros, están gordas de razones y carentes de la pimienta del antojo. Y esto, amigos míos, no es un vicio temático, esto, es pasar con el carro de la escritura solamente por la piel de las hojas. Son novelas escritas con viento... y desdentadas.

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El inglés es una lengua aborrecible. Una monserga inglesa repica atestada de cascabeles y de poliedros de lata. Se me ocurre que las palabras sajonas atraviesan con enorme contrariedad las rejillas de la boca, parecen flatos de bronce encadenados e interminables. Es un lenguaje que brota desde una herida o desde un gong en celo, resplandeciente por todas las caras, algo propio de insectos gigantes inscriptos en un ecosistema de escarchas.
Me pregunto dónde radica el sentido de términos que se grafican con la diestra pero se leen con la siniestra. Los sentidos, en la lengua de Shakespeare, no suceden nunca, flotan a media luz entre los ojos y las letras, son fantasmales. El idioma inglés ha muerto, lo que persiste es el enojo de una campana.

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Cuándo comprenderemos que no hay necesidad de arribar a acuerdo ninguno ni a punto promedio. El hábito de la concordia es hegeliano, macedónico, nunca democrático. Mejor guiémonos por la polifonía.


Rafael Teicher