De este modo, ella se calaba los pies, esmerilándolos. Y cundía
¿Cómo prosigue la hojarasca?, parecía decir. Y sin embargo, se procuraba opulentas y alabeadas cucamonas con la barbilla del mar
Conculcaba las cerdas, riendo. Era la que impera a la vera del maretazo. La baldía
La inane
No sé a santo de qué, ahora, se me da por llamarla la desalojada
No eres más crasa que una patilla, te digo. Eres crucial
He estregado todas las alfombrillas de la casa, averiguándote
Sólo persistes como correlación
Descabezada, silbante
Anímica
Cerca de los jazmines verdaderos te des-talo
Siéndote
La piel ha de ser corrimiento, hipo
Largueza
Arómame, pues
Rafael Teicher
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