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martes, 4 de enero de 2011

Incipiente des-alienación en la casa de Gran Hermano



Una de las muletillas conceptuales de la lacia y estomagante soflama de los conductores de Gran Hermano 2011 alabea, al menos, la configuración semántico-jurídica de la noción de libertad. Se martillea con palmaria delgadez aquello de que los participantes han rubricado potestativamente los convenios empresariales que vertebran el susodicho programa. Pues no. Nos damos aquí de bruces contra una ineptitud cognoscitiva. El entramado forense argentino no recepta una libertad contractual tajante o desatada; en nuestra matriz normativa civil los objetos de los contratos han de acomodarse a la moral y a las buenas costumbres ( Art. 953 C.C. ). De manera que aquella soñada discrecionalidad meridiana viene acotada y regulada, en nuestro sistema cívico, por la ética y los sanos hábitos. No parece ajustarse finamente a estas condiciones un pacto laboral en el que figura la privación parcial de alimentos como reprimenda por las roturas involuntarias ( seguramente no dolosas ) de instrumental de trabajo. Lo cierto, al margen de los enredos procesales, es que el tenor de las mencionados correctivos es por lo pronto un tanto victoriano. Es de buena razón establecer principios disciplinarios que operen sobre el conjunto de bienes suntuarios o sobre los beneficios añadidos, y no que comprometan, o puedan comprometer de alguna manera las necesidades psicobiológicas infraestructurales. En criollo: se puede suprimir o reglar el natatorio, no el pan.
Todos sabemos que el ojo del Gran Hermano figura en el reverso del billete reptílico ( léase dólar ) y que representa sinópticamente al vigía del panóptico social. Y si no lo sabemos es porque no hemos consultado la bibliografía propedéutica. Hay que aclarar también que la piscina no es susceptible de supresiones ya que constituye la porqueriza medular donde el programa consuma sus pirotecnias genitales y donde violenta el buen gusto a fuerza del primado de las masas de lípidos por sobre las grises ( dedúzcase ).
En esta edición del juego, los hermanitos han cobrado espontáneamente una ligera conciencia de clase, y esto, tiene a los buhoneros armígeros y un tanto picajosos. Quizás por ello importunan al público con estiradas porfías sobre el “respeto” y endilgan motes atrabiliarios como el de “vándalos” a sus criaturas antes dilectas. Además, recaen con dichosa prontitud en la demagógica exaltación de la audiencia por sobre la relevancia de los jugadores. Si es así, ¿por qué no se podan los engorros preceptivos ( nominación, nominación excepcional fulminante, cartas de alteración del mecanismo de nominación ) y se deja que el pueblo vote semana a semana la salida de uno de los participantes? Contestaremos en timbre liso: no es crematístico. Lo crematístico ( ellos, los encaramados en la pirámide que lleva por corona el ojo, le dicen lúdico ) es incentivarlos contra toda solidaridad de carácter gregario-genético y promoverlos en una especie de guerrilla de alta costura, para que sirvan de consomé en las mesas de los carniceros. Bueno, hemos compensado, qué va.

Rafael Teicher

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