Entro a través del mimbre y el pespunte,
vivado por el embrujo sacramental de los espejos
Cada casa es un laberinto que se inicia, un corcel
nos frota la nuca con piedra cremosa de sol, nos mece
Nos adentra en el romance sombrío de las sábanas
Así, camino con los colmillos abiertos hacia la luz
El pequeño piano parece un perro taoista a los pies de un rey
aguardando la saturnina alineación del puño de alpaca con el escarabajo
Luce como una costilla o una urna
Dan ganas de insuflarle polvo de calaveras en la frente
y propinarle un beso
Lo rodeo como a un cisne de porcelana, galante,
definitivamente
A veces me he sentido así al borde de un estanque,
tal vez oliendo agua de estrellas, o
un trozo de corazón
Dejo al paje confitado conversando con una telaraña
( pienso que ha de ser doncella porque lleva hebillas panzonas y los jazmines descalzos )
y voy hacia el buche de la casa
Me recibe un mapamundi pintarrajeado con la cola de un dragón, o con el humo de una pipa
Es cruel y senecto
funerario
uterino
Ha comenzado a llover
y huele a lirios blancos
Las velas del agua zodiacal dan vocación a las ventanas, cascan el cobre silencioso, gimiendo
Me siento vertebrado por el cordel secreto que argumenta la casa
Hay ausencias que arden como pechos de pájaro, pienso
Falta el cráneo humeante y el hojaldre,
la sombrilla exacta
Al fin corono mí astral circunvalación contra el altar de un cuadro
Una dama impera en el universo de la casa
Pliega el abanico lunar como cerrando los ojos
como si se tratara del féretro de un príncipe, quizás jalando un gatillo, o caminando mar adentro sólo para dar la espalda
No sé bien en que costa del reloj me encuentro
Ella lucha contra las aspas perfectas
revuelve los huesos
en la olla vacía
y me deja soberanamente convencido de que con su orquestación axial
sabrá liquidar los labios de papel
del libro abierto
de la casa
Rafael Teicher
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