a Gabriela Bruckner
le ama el largo clavel de la palabra
y los pies lunares que intentan
dibujar el río
le ama el sitio,
y la aurora intelectual
de la sonrisa
la ama porque es la razón estatuaria
que agolpa el humo
de sus ojos
y porque al leerla le sobran lluvias
en el pecho
ahora, que relinchan
por el matrimonio de las manos
y que se han vuelto la nube
unitaria y musculosa
¿podría volver al peso aullado, y blanco, de la cara impar?
ama sus dientes mojados
y su pelo próspero
la quiere porque fue encaramada
mediante un cruce
de platillos
de platillos
y porque le cavilaron la seda
con una rosa inmóvil
la cava en el sodio,
amándola
y porque la ama
la calla
Rafael Teicher
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