martes, 10 de junio de 2025

La Fuente Imperecedera

                                             
                                            - a Claudia Rodríguez


Sentados en los escalones gigantescos del estadio, seguiremos propuestos a la hoja perfecta,
hacia atrás y para el centro,


dolientes como vaquitas de san antonio que se han traspapelado durante el desbarajuste nutritivo del contacto,

bolsillos con un guijarro sonriente en la barriga



El día se ha venido abajo como una talla de saliva, incruentamente

abierto y voraz como el biberón 
en la cocina oscura

En el zaguán inmenso de la vida, tan exacto como la mácula espejada, o la llovizna, somos el instante del fósforo,
la detención imposible,

humo de teteras


Huele a futuro que se arrodilla, a posibilidad del océano cubierto de pestañas

Las manos, prolongaciones inmortales del relámpago inicial, se columpian, cavan corazones, inventan catedrales ignotas, rasguños a la inversa,
relumbran en voz baja

Al fin y al cabo las plantas nos han gestionado en una noche y nos devolverán al tamborileo galáctico sin más:
suaves como el aliento aventurero y preexistente de los padres, 

o como surcos


No pudimos ser continuos como manecillas, ni como el pan enhiesto en una fuente

En todo caso, fuimos estallido de nube, pretensión del azúcar que pende de los nidos,
sonrojo de soles escondidos en la punta de la bolsa,

paralelas desbordantes


y luz




Rafael Teicher

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