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viernes, 25 de diciembre de 2009

El Motor de la Barrera


De pronto siento un berrido de cadeneta. Algo se escurre en lo hondo del muñón de la barrera. ¿Por dónde andará distanciada la mano arácnida que acciona?, pienso.

El fuselaje de madera desciende temblando. Miro los vasos de los árboles. Está nublado. ¿Un tren es más que un designio?, pienso.

Los herbajes crecen como bozo entre los rieles. ¿Qué atribuye los ojos?, pienso.

Dentro de qué soy, pienso. ¿Soy aún algo, por fuera del empujón?

La gente que va montada en los estribos no contiene, han de ser áreas, pienso. Y, sin embargo, mi concavidad corre.

Rayas ante rayas, pienso. Estrías, resolana.

Mas pongo el botín sobre el ponedero y abrogo un mundo. ¿Es esto una intervención?, pienso.

Desde dónde el foco, ¿qué prima?, pienso.



Al fin se me da por pararme sobre una vía. La luna comienza sobre una moldura de aluminio. Si camino sin curvarme alcanzaré a mirarme la espalda, pienso.

Un rostro es lo que resulta después de la persecución, es el límite, pienso.

La noche provee, atasca, pienso. Sólo nos queda la confianza en la felonía, el revés.



El motor para, ¿pararé yo? ¿Yo es el que mira las intemperies?, pienso.

Si realmente fuera masivo podría treparme, topar. Si fuera cierto, sería el curioseado, el descuido, lo hondo.



Y pienso todavía:


He aquí que soy un motivo sobre el asfalto de entre los raíles, así: oportuno, previsto, meramente interior. ¿Y tú?



Rafael Teicher

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